Scarlett

Era 1995 cuando mi novio me dejó. Yo era huérfana, no tenía ni a mis abuelos, lo único que había tenido en mi vida era un montón de monjas pisándome los talones por todo el edificio de un orfanato hasta los dieciséis, cuando conocí a Peter y me fui con él.

«Ya no me gustas más.» Fue todo lo que me dijo, y luego… se fue.

Veinte minutos después de eso, le llamé a Erin, mi mejor amiga.

«Hagamos una fiesta», me dijo «Sólo un rato, luego vámonos a… donde sea. Será divertido. Hagamos un viaje espontáneo.»

«Como en las películas de terror» le contesté sonriendo, en broma. Se rió y me confirmó el lugar de la fiesta, en lo de Brick, su hermano.

Recuerdo el olor a cerveza, café y cigarrillos, haciendo una extraña combinación en la habitación en la que estábamos. Cuando Valentina y Emma llegaron trajeron consigo un olor a vainilla y coco; ellas amaban los perfumes de ese tipo, y por lo general se bañaban más con perfume que en la ducha. Brick y Danielle, su exnovia y actual mejor amiga, les saltaron encima cuando llegaron. Literalmente, se amaban. Emma era la nueva novia de Brick y Valentina era el nuevo juguete de Danielle.


—¿Qué se supone que hagamos ahora? —le pregunté a Erin. Ella miró su reloj de muñeca y entrecerró los ojos, estaba demasiado ebria para dar la hora.

—Cuarto para las once —anunció Brick—. Vayamos a la camioneta y veamos hasta donde nos lleva la gasolina.

Erin se rió como tonta, me sorprendió que siquiera se haya podido levantar con lo ebria que estaba. Valentina, Emma y Danielle se acomodaron en el asiento trasero, Erin se quedó dormida encima de ellas en un abrir y cerrar de ojos. Me senté en el asiento del copiloto y Brick encendió la camioneta y condujo a las afueras de la ciudad.


—Es luna llena —observé. Sentí nervios repentinos, nunca había salido de la ciudad en mi vida. De niña, a los nueve o diez años, la única monja que me agradaba, Sor Agnes, me contó una historia que me quitó por completo las ganas de salir siquiera de mi dormitorio por un mes; era algo sobre un monstruo mitad hombre y mitad lobo… Brick encendió la radio, haciéndome saltar en mi asiento. Se rió y le di un codazo. Casi llegábamos al bosque.

—Los hombres lobo no existen —me dijo Brick—. He ido al bosque en luna llena un montón de veces con Peter y George y nunca hemos visto nada. Tranquila.

Me sorprendió cuando tomó mi mano. Sentí algo extraño, como electricidad, y retiré mi mano de inmediato. No quería hacer ninguna estupidez con Brick sólo porque Peter me había abandonado.

El camino por el bosque apenas y se veía; los árboles eran tan altos y tupidos que no dejaban que la luz de la luna lo iluminara. Los nervios regresaron. Me puse a temblar. Brick hizo un comentario burlón que no entendí e ignoré con facilidad, luego le subió el volumen a la radio. Me tardé un poco en darme cuenta de que le estaba contagiando los nervios.

De pronto algo cruzó rápido el camino, Brick hizo que la camioneta diera varias vueltas y chocara contra un árbol, yo me había agarrado a mi asiento con uñas y dientes y en el asiento trasero Emma, Valentina y Danielle habían soltado varios chillidos mientras se daban cabezazos involuntarios por los giros de la camioneta.


—¿Están todas bien? —preguntó Brick, claramente espantado.

—¿Qué fue eso? —quiso saber Emma.

Entonces sonó algo muy fuerte y gutural que nos puso los pelos de punta a todos.


—¡Es Erin! —Se burló Danielle— Está roncando. —Se rió completamente despreocupada, pero era la única. Emma y Valentina se abrazaban fuerte y yo me hundía lentamente en mi asiento, las tres soltábamos pequeñas risas para disimular.

—Creo que casi atropellé a un venado —dijo Brick cuando Danielle dejó de reír. Trató de encender el motor pero no podía.

—Deberías salir a revisarlo —le dijo Danielle, pero Brick se negaba, decía que no hacía falta, y seguía intentando encenderlo—. Brick, sal y revisa el motor, ahora.

El que Danielle se estuviera poniendo pesada y mandona no ayudaba, pero ella no estaba en el asiento del copiloto. Ella no veía el nerviosismo en las pupilas de Brick, ni las gotas de sudor que bajaban por su frente. Danielle bufaba y lo presionaba para que saliera, hasta que lo hizo. Revisó el motor y se dio cuenta de un par de cosas de autos que yo no comprendía en absoluto.

Danielle le ayudó, ella ayudaba a su padre en un taller mecánico desde los doce años, por voluntad propia, y la admiraba por ello. Era hermosa, inteligente, sabía de autos, libros y cine, pero solía tener un carácter pesado en ocasiones.

Cuando la camioneta por fin encendió nos dimos cuenta de que parecía estar atascada en fango, fue entonces cuando me di en la frente con el tablero. Quería salir pronto de ese bosque. Danielle se burlaba de mí.

Brick, Danielle, Emma y Valentina salieron de la camioneta para empujar, mientras que yo estaba frente al volante y Erin parecía desmayada en el asiento trasero. Recuerdo que, mientras me pasaba al asiento de Brick, a lo lejos, divisé un par de ojos amarillentos.

«Imaginas cosas…» me dije «Seguro son luciérnagas revoloteando por ahí…»


—Ven y quédate un ratito más… —Erin hablaba dormida, y mientras liberábamos la camioneta del fango, descubrí algo—: Peter, ven… quédate conmigo.

Vi en el espejo retrovisor mis cejas fruncidas y mis mejillas rojas. Quise arrancar el freno de mano para golpear a Erin.

Brick tocó tres veces la ventanilla.


—¡Reacciona, haz algo! —me dijo, y metí reversa a la camioneta y pisé fuerte el acelerador. Escuché los aleluyas y vivas de Valentina y Emma, mientras Danielle se quejaba de sus botas llenas de fango y decía que ya era hora de que sacáramos la camioneta de ahí.

Recuerdo entonces unos gritos y a Brick saltando con Emma y Valentina adentro de la camioneta. Recuerdo que mis ojos parecieron caer dormidos por unos segundos y luego algo se estrelló contra mi ventanilla y fue cayendo al suelo mientras dejaba un rastro rojo oscuro en el vidrio, y claramente escucho a Brick y Emma gritándome que acelere, y a Erin despertando sobresaltada por tanto grito.

Mi pie aplastando el acelerador, Brick intentando pasarse al asiento del copiloto mientras yo conducía sin bajar la velocidad y Emma queriendo saber qué había sido «esa cosa». Valentina estaba en shock, hecha un ovillo junto a la ventana, con las manos sujetando su cabeza y los ojos clavados en el suelo. Erin le preguntó a Emma qué había pasado y ella sólo le decía que algo los atacó. Brick no dejaba de mirar por el retrovisor y hacia el bosque.


—¡Una gasolinería! —dijo Brick de repente— ¡Para!, ¡detente! ¡Detente!

Pero yo no me quería detener, y no lo habría hecho si no hubiera visto la cafetería. Nos detuvimos enfrente, Emma bajó de un salto de la camioneta y corrió a llamar a la puerta, Brick fue con ella. Erin trataba de ayudar a Valentina, pero seguía inmóvil. Yo me bajé a inspeccionar lo que había quedado en la ventanilla. Lo toqué y lo olfateé un poco. Olía a óxido.

Entonces me di cuenta de algo.


—Brick, ¿dónde está Danielle?

No hubo respuesta alguna. Valentina rompió a llorar. Emma no dejaba de golpear la puerta de la cafetería, desesperada, pidiendo que la dejaran entrar. Brick trató de calmarla, pero ella no lo dejaba ni acercársele.


—¡Tú viste esa cosa! —le gritó— Estaba ahí, nos miró a todos, ¿qué tal si siguió la camioneta?

—No creo que lo haya hecho —le dijo Brick—, se quedó bastante ocupada con…

Erin abrazaba a Valentina, y entonces Emma se dio cuenta de que la que más sufría ahí era ella y corrió a abrazarla. Brick se me acercó, mirando de reojo la cafetería


—Seguro que están dormidos, o nadie vive ahí dentro. Vámonos.

Brick tomó las llaves y me subí al asiento del copiloto. Valentina seguía llorando y decía que deberíamos volver, que debíamos ir a ver si Danielle seguía con vida, pero por más que le decíamos que eso era imposible no lo entendía.


—Deberíamos esperar a que se tranquilice —le dije a Brick.

—¿Y que esa cosa nos encuentre?

Me encogí de hombros.


—Podríamos descansar un rato. Estamos estresados. Durmamos un rato y luego seguimos nuestro camino.

—Yo puedo vigilar —se ofreció Erin—. Ya dormí bastante.

Brick suspiró. Lo pensó por un momento y cedió.

Eran casi las dos de la mañana cuando despertamos. Yo me estiraba en mi asiento cuando sentí una respiración en mi nuca pero lo ignoré, era probable que fuera mi imaginación. Desperté a Brick.


—¿Por qué estoy sola aquí atrás? —preguntó Emma, estirándose.

Ni Erin ni Valentina estaban. Sorprendentemente, no me preocupé por Erin.

Brick encendió el motor y antes de salir de la gasolinería escuchamos un grito. Erin salía de la cafetería, acompañada de una mujer ya anciana en bata, con pan y galletas en las manos. Bajamos del auto y le preguntamos por Valentina, ella tragó lo que tenía en la boca y dijo:


—¿No estaba dormida con ustedes?

—No, y seguro volvió por Danielle —dijo Brick, subiéndose a la camioneta—. Ustedes quédense aquí, vuelvo en cuanto la encuentre.

—Y un cuerno —dije y me subí a la camioneta.

—Quédate.

—No, quiero ir. Quiero encontrarla.

—Por favor, quédate.

—No.

Emma se subió al asiento de atrás, y también Erin. Brick cedió de nuevo.

Condujo rápido de regreso, a Erin se le ocurrió asomar la cabeza por la ventanilla y gritar el nombre de Valentina varias veces.


—¡Mete tu cabeza si te gusta tenerla! —le ordenó Brick. Se había puesto gruñón de repente, quizá hería su hombría el que no le obedeciéramos— Es todo tu culpa.

—¿Mía? —se sorprendió Erin— ¿Qué hice yo?

—Todo esto fue tu idea. Una fiesta, un viaje. «Seamos espontáneos, nunca hacemos estas cosas» —hizo una mala imitación de Erin.

—Perdóname por tratar de ser buena amiga, Brick —le contestó molesta—. Si Peter no hubiera sido tan imbécil en primer lugar…

—¡No metas a Peter en esto! —le advertí— Quizá si tú no te hubieras metido en nuestra relación, estaríamos todos en nuestras casas.

Erin se puso pálida, parecía incluso aturdida.


—¿De qué hablas?

—Dices cosas mientras duermes. «Quédate conmigo, Peter. Por favor, quédate un poco más»

—No sé de qué hablas.

—¡Hipócrita de mierda! —me giré en mi asiento y le grité— ¿Cómo lo niegas tan fácil, Erin? ¡No seas tan hipócrita! Encontré un anillo en su bolsillo, ¿sabes? Y una semana después terminó conmigo. Felicidades, quizá si lo que mató a Danielle no te mata a ti también te cases con el amor de mi vida.

—¡No seas tan dramática…!

—¡Eras mi mejor amiga, Erin!

—¡Déjame que te explique!

—¡¿Qué me vas a explicar?! ¡¿Me explicarás cómo me engañaban, cómo se burlaban a mis espaldas?!

Erin iba a contestar pero la camioneta se detuvo de golpe y Brick nos dijo que nos calláramos. Frente a nosotros, algo casi del tamaño de un oso, con ojos amarillentos y Valentina en su hocico, nos miraba. Esa cosa era, sin duda, el monstruo del que me había hablado Sor Agnes. Mitad lobo y mitad hombre.

Brick puso la camioneta en reversa y retrocedimos lentamente, pero esa cosa se alteró, soltó a Valentina y aulló tan fuerte que sentí que mis tímpanos se reventarían. Algo saltó desde entre los árboles hasta el techo de la camioneta. Brick aceleró y esa cosa cayó frente a nosotros. Me cubrí la cabeza con los brazos cuando saltó hacia nosotros nuevamente y el vidrio de la ventanilla se quebró. Brick sólo aceleró sin mirar el camino y nos adentramos tanto en el bosque que no veía la carretera.

Chocamos. Emma había empezado a llorar. Mi cara se llenó de sangre, me rompí la nariz contra el tablero. Erin voló por la ventanilla y Brick gritaba de dolor, cuando lo miré tenía el brazo roto. Sólo a Emma se le había ocurrido usar el cinturón de seguridad y no había sufrido más daño que un cabezazo con Erin.


—¿Qué hacemos ahora? ¿Qué hacemos? —preguntó desesperada. Erin parecía desmayada, casi muerta, tirada en la tierra bocabajo.

—Hay que calmarse —decía Brick, llorando, mientras sostenía su brazo roto—. Tenemos que llegar a algún lado. Vamos a salir de la camioneta y correremos hasta la gasolinería.

Emma decía que no lo lograríamos, que nos quedáramos ahí escondidos, pero Brick le insistió hasta convencerla.


—Vamos a salir de aquí, amor, ¿entiendes? Vamos a llegar a la cafetería y quizá la anciana nos deje entrar y usar su teléfono.

Extrañé a Peter en ese momento, pero no deseaba verlo en esa situación, con nosotros. Bajamos de la camioneta y fuimos con Erin, estaba llorando, tirada en la tierra, y me di cuenta de que tenía la pierna doblada en un ángulo extraño. Emma la ayudó a levantarse y la apoyó en su hombro, Brick intentaba ayudarla también, pero iba sosteniendo su brazo. Caminábamos a paso lento pero seguro.

Viéndolos así, ayudándose, desde atrás, me sentí la que sobraba. Me sentí como la chica cobarde de la película que no quiere hacer otra cosa sino esconderse hasta que amanezca, y fue extraño porque había pensado que esa chica sería más bien Emma, no yo.

Cuando miraba películas de terror con Erin y Peter, decíamos que si algo así nos pasaba sólo sobreviviría Brick, Erin y yo, Peter decía que él sería el que distrajera al asesino o monstruo que nos perseguía para que pudiéramos escapar. Y cuando vi a esa cosa a lo lejos, y me di cuenta de que nos estaba cazando, corrí.

Pero no escapaba como la cobarde de la película. Me di cuenta de que en ese momento, con dos hombres lobo siguiéndonos y Brick y Erin con unos huesos rotos, lo menos que podía hacer era ser Peter.

No miraba hacia atrás, escuchaba a ese monstruo siguiéndome, y al instante escuché al otro cerca, y me sorprendí de que no me alcanzaran.

«Están jugando conmigo»

Brinqué a una rama gruesa de un árbol y trepé tan rápido como pude, y saltaron directos hacia mí. La rama se quebró y caí a la tierra. Me tenían.

Sólo esperaba haberlos alejado lo suficiente. Esperaba haberles dado ventaja a mis amigos. Incluso esperaba que si Erin era inocente y la malinterpreté, me perdonara.

Y mientras mi cuerpo era devorado y todo se ponía oscuro y frío, recordaba las últimas palabras de la que fue como mi madre en el orfanato, la que me contó sobre los monstruos del bosque.

«No pueden controlar sus actos, cariño. Serían capaces de matar a su familia, a sus amigos, y quedan marcados de por vida cuando llegan a hacer eso. No hay peor maldición, sin duda… pero no te espantes, Scarlett, si un hombre lobo te mata, renaces. Lo sé, yo lo hice.»

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