Como una cereza

Es extraño. Es extraña la manera en que la mira sin saber qué pasa, la manera en que la besa sin saber qué siente. Sólo extraño.

Pero le gusta, le encanta de sobremanera la forma en que dice su nombre y la manera en que lo mira con tanta inocencia y a la vez con tanta pasión. Le agrada molestarla, tirando de su larga coleta castaña y volver a tirar de ella cuando lo aparta con una mano. Y después reír como idiota sólo porque ella lo hace.

Y después lo confunde. A cada minuto lo hace, porque el color cereza en sus mejillas cada vez que están muy cerca lo confunde. ¿Qué hizo o dijo él para que ella se pusiera así? ¿Era por enojo o pena? ¿Qué la molestó o apenó? ¿Por qué?

Las mujeres son confusas. Por dentro y por fuera. No las entendía por más que lo intentara. ¿Por qué retuerce sus dedos en un mechón de cabello mientras hablan? ¿Por qué se muerde los labios tan seguido? ¿Por qué parece ser sólo él quien nota estos gestos tan extraños?

Esta jodida edad del pavo… o de la punzada… o pubertad… o como sea que quien sea quiera llamarle. El punto es que esa etapa de la vida es una joda, y más para los hombres aunque no lo parezca. ¿O era sólo él?

No entendía. No entendía, no lo hacía ni quería hacerlo.

Él la voltea a ver y ella desvía la mirada y se sonríe. ¡¿Por qué?! ¿Es que lo quiere volver loco? La había besado una vez, ¡una maldita vez! Y ahora pareciera que están jugando al gato y al ratón. ¿Por qué las mujeres tienen que andar siempre con sus jueguitos?

La clase de aritmética termina y él toma sus cosas y sale casi corriendo. La voz de la profesora lo hace regresar. Lo regaña, todo por no haber atendido correctamente a la clase. Él acepta todo lo que dice la maestra, le sigue el juego, y cuando lo deja libre corre hacia la salida.

—Alex —se maldice internamente. Da media vuelta y regresa. Ahí está ella, otra vez con ese irritante color cereza en las mejillas. No dice nada y lo mira como boba. Todo era irritante en aquel momento.

—¿Qué? —pregunta después de varios minutos. Ella se sonroja más, sin decir nada, con los ojos fijos en él— Si no vas a decir nada… —pero es interrumpido, un dulce beso es la causa y un agradable olor le llena los pulmones.

De repente, las cerezas se convierten en sus favoritas.

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